Tal vez como un altar pagano, Tita Santander, Yamila Barone y Víctor Cazal, armaron su escena para celebrar el “No cumpleaños 85 de Alejandra Pizarnik”.
Una máquina de escribir, una radio antigua, una lámpara de alambres azul, una Portada de la Revista Ñ con la foto de Cortázar, velas, un muñequito del Sombrerero Loco y libros, dos o tres pilas de libros y sobre una de ellas la Torre Eiffel.
Tita repartía canciones de Silvio Rodríguez prolijamente escritas a máquina y pegadas en una cartulina negra, también trozos de poemas de Alejandra, con el mismo tratamiento.
“La Celebración de la Palabra” fue el título del Café Literario del mes de abril en Café Latino en Homenaje a Alejandra Pizarnik.
Georgina Parson dio inicio al encuentro, presentó a Valentino Lafuente, un jovencito de 15 años, hijo de padres chaqueños, nacido en Mar del Plata, vive en Ushuaia hace un poco más de un año y estudia en el José Martí. Agradecido por estar “en un ambiente poético artístico” y sintiéndose “raro por ser el más joven” leyó un texto de su autoría “El monstruo”.
Suena una guitarra tras una tela negra y una voz narra, quedan frases flotando en el ambiente de Café Latino: “Yo escribo la noche… Hablará por espejos… hablará por la oscuridad… La angustia genera poemas”
La Perfomance de Tita, Yamila y Víctor, situada en una mesa del café, donde un vino es, como, en una misa pagana, lo que los llevará a comulgar a lo largo de la noche con los textos de Alejandra. En esta continua presentación y representación de Alejandra, aparece una Silvina Ocampo, que repartirá poemas por las mesas de
los participantes buscando que la voz de Alejandra se desdoble, se multiplique en la voz de los espectadores, ahora también actores, narradores, participantes de hecho, entonces como diría Alejandra: “no pueda hablar con mi voz sino con mis voces”. No solo las voces se multiplican leyendo, sino que aparecen máscaras neutras en medio de esas palabras que carcomen la conciencia sin neutralidades.
En este juego de las palabras como una marea que va y viene resuenan la Hija del Viento, La última inocencia, las cartas entre Cortázar y Alejandra, cartas donde ella coquetea con la muerte y Julio le señala poéticamente pero severo: “La quiero viva”.
Víctor tocaba y cantaba canciones de Silvio Rodríguez, en un momento destacó que “Alejandra nos atraviesa”, y en todo, de alguna manera, había una búsqueda de reparar una herida… tal vez esa herida fundamental por la que todos sangramos.
Georgina Parson sobre el cierre de la performance presentó a Gustavo Viera como : “el amuleto de la suerte del Café Literario”. Gustavo Narró a Cortázar y a Galeano e hizo un video para un Festival de Cuentos que se está realizando en Colombia.
Como cierre Valentino volvió a leer otro cuento propio “Las medias Rojas”, y como en algunos cuentos de hadas la medianoche señalaba el límite del encuentro, un encuentro donde las voces de Alejandra Pizarnik volvieron para sacudir, acariciar… conmover.
PRODUCCIÓN: La Mirada.
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