En el mundo del cine y la producción audiovisual, para las mujeres –y ni hablar para quienes escapan al binarismo de género—, hasta las buenas noticias vienen con gusto amargo. En tiempos de pandemia, la actividad está completamente paralizada, los rodajes suspendidos no se sabe hasta cuándo, tampoco hay fechas ciertas de pago por trabajos ya realizados y hay familias que reciben bolsones de comida repartidos por el sindicato SICA. En el peor momento, filmar en la Argentina parece ser “cosa de hombres” si se tiene en cuenta que el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) reabrió el concurso Raimundo Gleyzer sin criterio de paridad para los resultados. ¿Por qué si el 61% de las egresadas en carreras audiovisuales son mujeres, en los puestos de trabajo la proporción se invierte? En largometrajes hay un 61,76% de hombres, mientras en publicidad, son 66,62%. Tanto, que las identidades trans o no binarias ni siquiera son contempladas en el informe elaborado por el Observatorio de la Industria Audiovisual Argentina (OAVA) en julio de 2019. No son números, son ideas, proyectos, posibilidades laborales que se cercenan.
Una pregunta que queda picando es ¿por qué será que para los hombres la gran mayoría de los “mejores” proyectos son encabezados por sus congéneres? ¿Será que ellos representan una forma hegemónica de mirar la vida y sólo pueden reconocerse allí? En las respuestas está la necesidad de regular la paridad, iniciativa que toma forma en las industrias culturales del mundo. Desde hace unos cuatro años, más de una decena de agrupaciones de mujeres, lesbianas, personas no binarias y trans del cine de todo el país vienen activando en el Frente Audiovisual Feminista Federal (FAFF), que reclama paridad. La covid-19 lo empeoró todo: sin trabajo ni perspectivas de retomarlo, fuera de las ayudas estatales, no saben cómo hacer para que las vean. Dentro y fuera de las pantallas, se trata de enfoque, encuadre, luces y sombras.
Desde Acción, colectivo de mujeres directoras, productoras, guionistas, técnicas y actrices en Acción para fomentar políticas de igualdad de género en el medio audiovisual, “la principal preocupación es que el cine está totalmente parado desde el inicio de la pandemia y se supone es una de las últimas actividades que se va a reiniciar. No tuvimos ninguna respuesta de parte del INCAA, tenemos un instituto cerrado que no está dando respuestas a las necesidades, de los pagos pendientes a productoras, de la resolución de problemas urgentes con una cantidad de expedientes. No hay un proyecto no sólo para la pandemia sino para el fin de la pandemia. Estamos pidiendo algún tipo de solución. Inclusive hemos pedido subsidios directos para personas en situación de mayor vulnerabilidad”. Las integrantes de Acción puntualizan que “el estado está presente, pero el INCAA sigue ausente. No tenemos ningún tipo de ayuda, ningún proyecto. La pandemia exige algunas respuestas tremendamente coyunturales, oportunas, necesarias, imaginativas, para que la gente pueda estar mejor”.
Un tema que les preocupa especialmente es la reproducción de películas en plataformas. “En pandemia, Cinear subió las reproducciones el 400 por ciento, pero a quienes hacemos cine eso no nos significa ningún ingreso”, plantea Acción, que es parte también de FAFF, donde se nuclean colectivos de todo el país, y de las distintas actividades audiovisuales.
Convocadas para una entrevista por zoom para Las12, cuatro mujeres de distintos colectivos que integran el Frente sumaron sus miradas al momento extraordinario –y dramático—del sector, que trae también la oportunidad de desmontar las formas anquilosadas del hacer, para que entren nuevos colores en la paleta.
¿Es un horizonte posible para mujeres y disidencias la realización audiovisual? La matrícula de las universidades y escuelas de todo el país parece habilitarlo. El problema es el después. “La accesibilidad es compleja, porque de esa camada de egresados, si en ese curso había 50 y 50, probablemente el 12% de las mujeres consiga trabajo. Entonces ¿adónde va el resto? Empezas a desmoralizarte, a conseguir laburo de otra cosa, y te vas saliendo de la rueda. Sos docente, con suerte, o empezas a trabajar en un supermercado. Te vas saliendo del mapa audiovisual. Por eso, los tres ejes son la accesibilidad del trabajo, la permanencia en el trabajo y el crecimiento. Deberíamos pensar en las políticas de permanencia y crecimiento”, apunta Sabrina Farji, directora, guionista y productora, integrante de Acción y de la comisión directiva de la Asociación La Mujer y el Cine. Su rodaje, que iba a empezar justo cuando se declaró la pandemia, está suspendido sin fecha cierta.
Julia Zárate, directora y productora, participa de la nota en medio del puerperio. Tuvo un hijo en plena crisis sanitaria. Como integrante de la Plataforma MUA, plantea: “Llegamos a este contexto de crisis total porque venimos de una historia de desigualdad. Los números para mí son muy importantes porque nos ayudan a ver el contexto, dónde estamos paradas y para entender lo importantes que son las políticas públicas que vayan más en profundidad. Más allá de tener jurados equitativos y federales”. Según el informe del OAVA, sólo un 17 por ciento de los 160 proyectos presentados al INCAA en 2018 tenían directoras. “No es sólo pensar un jurado y un premio equitativo, sino generar políticas públicas que hagan que las mujeres vayan en masa a presentarse, y tengan las condiciones y las posibilidades para la equidad también en la cantidad de proyectos proyectados”, plantea Zárate en reclamo de “una política pública que haga esfuerzos para que lleguen las mujeres y las personas LGBT a concursar, que entren, que estén capacitadas, que puedan presentar proyectos, llevar adelante producciones”.

Porque la paridad en los comités del INCAA y los jurados de los concursos es una conquista que ya alcanzaron las mujeres de la industria audiovisual, a puro trabajo colectivo. Por eso, ahora el reclamo, que FAFF hizo por escrito, es que el concurso federal Raimundo Gleyzer del INCAA contemple la paridad para otorgar los premios. “Ya que hay una división por género cinematográfico y así como se hace por regiones, también podría haber una diferenciación, que es una forma de administrar ese fondo. La perspectiva de género debería también ser un ítem a tener en cuenta en la distribución de los dineros”, apunta Andrea Testa, también directora e integrante de la productora Pensar con las Manos.
Farji considera necesario «que los derechos sean igualitarios y equitativos, y que si hay fondos públicos deben ser repartidos 50 y 50. Eso es una claridad que todas nosotras tenemos, y es algo que va más allá de la pandemia. Lo que primero se logró es que hubiera la resolución por la paridad en los comités del Incaa. Pero, si va a haber premios, que también sean otorgados de forma paritaria”.
No es algo que se les ocurra a las cineastas de Argentina, sino que es un debate en el mundo. “En España es una batalla ya ganada, porque La Fundación Carolina, que es uno de los que dan dineros a Ibermedia, comprendieron que si no se daban los premios con igualdad, se retiraba ese apoyo y este año por primera vez se está tomando en cuenta. El año pasado se hizo esa señal de alarma en Ibermedia porque había de 20 varones y 2 mujeres por ejemplo, y este año, son 11 mujeres y 9 varones y son proyectos buenísimos, o sea que estas acciones son las que promueven y fomentan la igualdad, pero también provocan que haya más mujeres escribiendo, queriéndose presentar, porque si no, es muy desalentador, con todos los esfuerzos y sacrificios que hace una mujer para presentarse”. En esto, Farji es contundente: “Es una decisión política promover esa igualdad”.
En el mundo de la animación también hay mujeres, aunque generalmente haya que esperar para encontrarlas en los créditos. Juli Tagger es productora, directora, guionista de animación, y forma parte de FAFF como representante de mujeres en industrias tecnológicas audiovisuales y digitales. Es, además, sobreviviente de violencia machista. “Las mujeres en animación no tienen empresas, básicamente los que tienen empresas en nuevas tecnologías son los varones, todos los estudios son de varones. Y nosotras históricamente estamos muy acostumbradas a trabajar de productoras, tenemos habilitado el rol de productora, porque somos las que hacemos que suceda, como en la casa, como en la vida. Somos directoras de animación, somos directoras de arte de animación. Somos diseñadoras. Cuando vos ves los títulos de una película de animación, escondidas, abajo, aparecen las mujeres», plantea Tagger y apela directamente a las autoridades del INCAA. «Tienen la oportunidad de hacer algo tan grandioso como cambiar la historia y que ojalá que lo usen”, plantea el reclamo de paridad en los resultados del concurso de animaciones cortas.
Farji suma que la pandemia es también una oportunidad para quienes hacen animación. “Esta coyuntura, por ejemplo, para todo lo que es animación, se podría impulsar con políticas específicas. Yo no puedo salir a filmar, estoy fregada. Se me paró un rodaje y no puedo filmar. Los únicos que podrían estar trabajando, más allá del quilombo que implica que pueden trabajar en la casa pero que lo tienen organizado, son animadores y editores”, apela.
La convocatoria al Raymundo Gleyzer, destinado a federalizar y democratizar la producción audiovisual que había sido discontinuado por el gobierno de Mauricio Macri, generó expectativas. Pero las autoridades del INCAA descartaron instalar la paridad en los premios, y eso le quitó lustre a la vuelta del Gleyzer, que era esperada por el sector. Es que fuera de la ventanilla continua, donde se evalúan los proyectos de directores o directoras con antecedentes, y de la vía digital documental, que viabiliza las propuestas de ese género; el acceso a financiamiento para llevar adelante películas es una carrera de obstáculos donde, claro, mujeres –y ni hablar disidencias— tienen las pruebas más grandes y difíciles.
Testa es contundente en el efecto nocivo de la gestión macrista en el INCAA. “Lo que hicieron fue polarizar la producción en audiencia masiva y audiencia media. Segmentó así el fomento a la cultura del cine, puesto desde una mirada de audiencias, en donde la audiencia masiva son las 5, 6, 7 películas masivas de las que nos podemos imaginar los títulos, y de qué tratan. Seguramente son las más patriarcales, las que tienen esa idea del consumo del cine, de productoras ligadas quizás a canales televisivos, con capitales privados. Y esas películas de audiencia masiva entraban en un sistema de riesgo de inversión que no pasaba por comités de selección. O sea, el estado financia esos proyectos con una mirada muy mercantilista”, describe.
Para Farji es importante “abrir el debate sobre si el INCA tiene que ser una fábrica de éxitos, o justamente promover una mirada nacional y justamente, subsidiar a aquellos que más lo necesitan”. Pero pone sobre la mesa otros temas: “Y también podríamos replantearnos la palabra negocio, o lo que sería la audiencia Masiva, cuando todavía no sabemos si va a seguir habiendo cines, porque, o sea, esas películas tienen solamente un recupero a partir de la entrada de taquilla. Al no existir, no sé, va a haber que replantearse también esas miradas”.
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