La muestra 4132 km Ushuaia Salta reúne cinco artistas del sur junto a otros cinco que habitan el norte de nuestro país, Salta, en un intercambio fructífero de experiencias que usan el medio fotográfico como punto en común.

En la muestra participan Fernanda Rivera Luque, José Luis Miralles, Gabriela Cid, Natalia Buch, Rosalía Jofré (Artistas de Ushuaia y Bariloche) y Otilia Carrique, Horacio Pagés, Loly Rodríguez, Patricia Godoy, Alexander Guerra Hurtado (Artistas de Salta)

“Yo hace bastante que vengo a Ushuaia, por distintas causas culturales que se han realizado acá” nos comenta Matilde Marín, una de las curadoras de la muestra, y hace referencia al conocimiento que tiene de los artistas del lugar y  de Salta.

“Cuando se programó el Festival Patagonia sur sur, fue interesante tratar de ver esta situación… que pasaba acá en fotografía y buscar distintas temáticas, distintas opciones”. Está claro que la curaduría que realizaron en conjunto Matilde con Pilar Altilio se centró en una selección que comprenda esas dos geografías diferentes con sus propias matrices culturales a las que se le suma la mirada original de artistas oriundos y migrantes que habitan esos dos territorios.

“Los dos lugares tienen paisajes importantes”señala la artista “pero de salta trajimos lo de las salinas grandes que es un paisaje único, realmente es magnífico” pues le pareció impactante, mostrar acá en el sur otra situación del país.

En las producciones de los artistas del sur se incluyen señalamientos que parten de sus propias experiencias de vida en este entorno especial, plagado de signos. Al transitar por las celdas del presidio, convertidas en galería de arte, impacta en nosotros una secuencia de imágenes, en donde la memoria, la reflexión, el tiempo y el destierro se evidencian de distinto modo.

Pilar Altilio nos revela sobre ciertos criterios de selección que: “Lo más interesante es ver como se acoplan al lugar donde habitan los artistas”además ella, hace un tiempo viene viendo:  “como que hay un compromiso por parte de los artistas de no internacionalizarse con otros temas, sino mirar lo que les pasa a ellos, en sus regiones, en sus vidas cotidianas”y amplía: “entonces hay como una calidad de algo que está narrado desde el lugar, pero que  sirve para mostrárselo a mucha más gente”.

La singularidad de las miradas de cada uno de los artista le brindan a esta muestra un amplio interés, ya que “los artistas, que no vienen del medio fotográfico” aclara Pilar “usan la foto y el video para el registro, para dar cuenta, para mostrar otras cosas y para abrir debate sobre la presentación de la fotografía” entonces apunta: “ahí vos tenés esa ampliación del medio fotográfico que era lo que queríamos que esté presente, y por eso le dimos énfasis a esta selección. Para que hubiera esas miradas concentradas en cosas muy particulares, y mezclar Salta y Ushuaia”.

El presidio de por sí es ceremonial, no importa las refacciones, la mutación en galería de arte, entrar a ese lugar es como entrar en un templo atravesado por las voces y el silencio del pasado. En ese contexto, y sin consultar a los artistas, dejando que las imágenes nos hablen, nos susurren al oído aun lo olvidado por sus autores, no podemos escapar de preguntarnos sobre nuestro habitat al ver las casillas partidas, una garita de la Cooperativa Magui-Mar para control de espacios públicos volteada… ¿por el viento?… ¿por los vecinos?. Los perfiles del modelo para armar del IPV replicado en diferentes sitios. Fernanda Rivera Luque nos permite abismarnos en nuestra identidad, en nuestro sentido de pertenencia, y en palabras de Matilde Marín “nos enseña la importancia de esas casas… para esta región”.

Pocos resisten a leer girando la cabeza para entender lo que José Luis Miralles ha escrito, en forma de laberinto circular , sobre una foto de la estepa patagónica. Matilde también dice que: “la obra de José Luis Miralles que es electrónica, diferente, es otra situación de un paisaje… Se podría aproximar a la situación de ecología complicada que tiene hoy la tierra” y Pilar agrega que: “la fotografía pasa de ser un plano a ser como lo hace Miralles, iluminada de atrás, produciendo una cosa que no figura nada”.

Independiente de la mirada de las curadoras, contemplar esos dispositivos electrónicos de José Luis, nos permiten entrar, a través de esos filtros infrarrojos, en esas fotos iluminadas por detrás, en un estado meditativo a través de la estepa patagónica.

La obra de Gabriela Cid nos hablan de la memoria, de aquellas fotos que guardan esos instantes de vida capturados y que nos permiten ensimismarnos  en el recuerdo y que,  al intervenirlas, se actualizan y de algún modo nos impiden soltarlas.

Natalia Buch nos presenta un trabajo donde es evidente el dolor, el duelo con los retratos de familia. Las manchas, las escoriaciones y grietas en las imágenes, como si fueran impresas sobre la piel, nos hablan de ausencias y desapariciones.

Rosalía Jofré muestra detalles del mar, de la montaña, parece querer establecer cierta relación entre ellos, cierto diálogo. Es muy fuertes el contraste del paisaje, tan fuerte como, seguramente esta sanjuanina que vive en Río Grande, respira como migrante en una insularidad tan extrema.

Sobre una de las paredes de la galería hay dos paneles uno reza sobre 4132 Km Sur, el otro sobre 4132 Km Norte, y en este dice: “Tanto el pertenecer como la conciliación con un territorio potente como la naturaleza de nuestro norte, les permite a estos artistas puntear mediante la foto registro y la instalación, una serie de actos que meditan sobre el tiempo y el paisaje. La sal milenaria, las ceremonias andinas, las marcas en lo textil, el viento y la cultura del “me gusta” globalizada se visualizan sugerentes”.

Otilia Carrique, Horacio Pages y María Dolores Rodríguez utilizan un mismo escenario. Otilia encuentra la forma de hablar del tiempo, de la preexistencia de ese mar de sal. Las cruces talladas denuncian ciertas presencias y creencias muy lejanas. Horacio introduce el registro de la música andina en diálogo ético con la naturaleza.

María Dolores Rodríguez registra la construcción de una apacheta como performance que nos muestra la ruta de la sal en un ritual ancestral actualizado.

Para Patricia Godoy el vestido constituye ese otro cuerpo que se puebla de capas de una multiplicidad de dimensiones, de fugas, de entrecruzamientos inesperados, como señalamiento de una actividad vital constante.

Alexander Guerra Hurtado, nos dice Pilar Altilio: “ es un cubano que se enamoró de una salteña y  se quedó a vivir en Salta”  y desde ese territorio salteño, vuelve a su patria de origen y con cierta ironía se apropia del “me gusta” de la cultura de redes para colocarlo en plena rambla como signo de los tiempos.

La muestra se inaugurará en Salta el 5 de octubre, aunque se inició aquí en el sur como una forma de dar vuelta el mapa y en un velado homenaje a Torres García con su frase “Nuestro Norte es el Sur”.

La curadoras jugaron “con lo que existe, con lo que se puede mostrar, con lo que se puede internacionalizar, con una mirada más ampliada del medio fotográfico” nos cuenta Pilar y Matilde nos revela que “Tuvimos el tiempo suficiente para trabajar de una manera profesional y creo que el resultado ha sido profesional , medido, que las imágenes son correctas, buenas, y que la puesta es muy prolija”.

La muestra permanecerá abierta, en la Galería de Arte del Museo Marítimo y del Presidio de Ushuaia, hasta el domingo 26 de agosto.

 

FUENTES: Galería de Arte del Museo Marítimo y del Presidio de Ushuaia – ARTE-ONLINE.NET

 

 


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