El “Oso”, el “Perro” depende de que grupo de compinches lo cite será el apodo utilizado. El “Oso” por el físico, el “Perro” por esas erres tan fuertes y sonoras que él pronuncia. “Anduvimos presentando dos libros, uno se llama “Signos”, que es sobre el Jardín de las Delicias, basado en el cuadro de El Bosco; y el otro “Pruebas de galera” que son textos breves que no tienen títulos, salvo el último poema que se llama “Pruebas de galera”. No tienen títulos pero tienen epígrafes, acápites de diferentes autores que yo conozco; que conocí por lecturas; conocí por vivir cosas con ellos como es el caso de Oscar o Julio Leite, Oscar Barrionuevo, Manuel Zalazar, esos libros fueron publicados el año pasado y hemos venido presentándolos”.

Los encuentros fueron en la Antigua Casa Beban de Ushuaia y en la Biblioteca Popular Schmidt de Río Grande, la gestión de los encuentros estuvo a cargo de Ramón Barrenechea ante la Municipalidad de Ushuaia y la Secretaría de Cultura de la Provincia.

Hablar con Daniel es entrar en esas míticas “Puertitas del señor López” publicadas en la revista Fierro, pero no hacia una aventura alocada, sino  hacia una Ushuaia que ya no está. Una Ushuaia que en los años 80 había dejado de ser aldea y comenzaba un irrefrenable camino de  transformación por profundas decisiones políticas y económicas que, indefectiblemente, atravesarían lo social, construyendo una nueva matriz cultural.  “Era otro momento, que sé yo, era otra cosa, el país, el territorio en ese tiempo, las expectativas de uno, y no había pasado toda la mierda que pasó desde los noventa a esta parte”, Daniel no está atado a nada, a nadie y opina: “ sobre  todo con este gobierno de Macri  últimamente, e imagino que acá deben estar bastante limitados en un montón de cosas. Si bien acá siempre hubo quilombo, siempre se chorearon todo históricamente, los radicales, los peronistas, todos. Pero en ese tiempo había como otra euforia, otra necesidad, estábamos saliendo de la dictadura”. 

Daniel llega a Ushuaia en el 87, tenía 27 años: “cuatro años después de recuperar la democracia. Habían otras expectativas, otro horizonte, otras ganas, no sé”.

La memoria juega siempre a favor de poner en valor lo pasado. En aquellos años Cultura Provincial funcionaba en el edificio al lado de la escuela Nº13, lo que hoy es el IPV. El responsable era Luis Amaya: “Si ibas a lo de Luis y le decías: Tengo un proyecto…te decía bueno dale…dale para adelante. Bueno era también territorio”… “Es Luis Amaya quien saca a Anahí Lazzaroni  de su casa y dice acá hay una poeta de puta madre y Anahí empieza a salir”…“el otro día…le hacíamos un homenaje a Anahí, a Julio y a Cany Soto en el Stand de la Provincia allá en la Feria del Libro y recordábamos ese libro que presentó en Volver Anahí, que se llamaba  -En esta ciudad se escribirá una novela- Un libro anticipativo, digamos, fue como un ensayo poético de relatos breves de cómo sería cuando acá en esta ciudad se escriba una novela. Fue una cosa impresionante”…”Después se fue diluyendo todo. Ese momento de Amaya, más allá de todas las contradicciones que pudo tener y todo lo que sea, fue un  momento  de mucha fluidez”. 

El “Perro” se fue en el 94, el 17 de octubre de este año van a ser 25 años que se fue de Ushuaia.  Fue y volvió varias veces, la primera “en el 97 cuando Julio (Leite) hizo uno de los encuentros en Río Grande  de  “Y vino la palabra” después volví en el 2003 a presentar un libro que le edité a Julio “Piedrapalabra”. La organización del evento en aquellos años  estuvo a cargo de Carlos Vairo, en la Panadería del Presidio”. 

Desde el 2013 al 2017 estuvo viniendo todo el tiempo. Le preguntamos que lo trae continuamente a la isla: “ yo creo que adquirí el oficio de poeta acá. Si bien yo venía escribiendo y tenía un libro de poemas publicado en Buenos Aires. El oficio de poeta y el oficio de andar, lo agarre acá. Todo, ponele lo que vos quieras…la inspiración,  el desarrollo del supuesto talento que pueda tener, la vagancia, el copete, todo lo que vos quieras lo agarre acá. Caminando con la gente, amigos, Julio, Oscar Barrionuevo, con Ramón Barrenechea, con Pablito Aguirre”.

Daniel no deja de evocar la simpleza de algunas cuestiones organizativas en lo cultural: “Nosotros nos movíamos de acá a la feria del libro, en ese tiempo era otra disposición…la gente se juntaba votaba quienes iban como representantes de acá y de Río Grande, de la Tierra del Fuego, Cultura conseguía los pasajes, había viáticos, viajábamos a Buenos Aires nos hospedábamos en la casa de mis viejos allá, abajo …estábamos todos ahí” Los recuerdos lo envuelven de golpe, se emociona, aprovecha y se toma unos mates para seguir hablando.

Nos dice que Ramón Barrenechea lo bromea  diciendo que cuando él llega arranca con los recuerdos de cuando los yámanas bajaban de las canoas con el fuego. Aparecen en escena lugares como la casa de Lucinda Otero en donde conoció a Ramón, la Dirección de bibliotecas dirigida por Dora Cheraliche, en donde fue su último trabajo, la casa del Negro Leiva, en donde se podía llegar a comer un guisito,“y bueno que sé yo, es esa parte en donde uno puede decir: acá mi vida tuvo una modificación…que sé yo…eso. Imaginate que los amigos que yo tengo de esa época los sigo teniendo”… “Después llegó un momento que sentía que tenía que irme, porque ya tenía que hacer otras cosas, no podía quedarme acá todo el tiempo”. No podemos dejar de preguntar el porqué se fue: “Que sé yo…vivir otras cosas, conferir otras cosas. De hecho bueno escribir otras cosas”…“Yo  estuve como diez años sin escribir y vuelvo un poco a meterme en el desarrollo de ir a ciclos literarios, de escribir y  todo después que muere Manuel Salazar. Bueno Manuel  murió en casa, cuando vivía en Spegazzini, en el partido de Ezeiza, un 1º de enero del 2010. Habíamos pasado el 31 y le dio un infarto, murió en casa”.

En los  diez años que Daniel estuvo sin escribir, se dedicó a la editora Parque Chas, que fundara en 1994 con el poeta tucumano Oscar Barrionuevo, quien bautizó a la Editora Parque Chas: “que es el barrio en donde yo nací, en donde vivo, entonces estaba más metido en publicar cosas de la gente y no darme tiempo yo a escribir, cuando dejé de publicar cosas de la gente… porque después bueno…todo el mundo edita ahora, es muy fácil editar, imprimís en tu casa, ya las ediciones se fueron achicando, más ahora que hacer cualquier cosa sale un montón de plata”.

Daniel aprendió a diagramar sobre tablero en la imprenta de gobierno, en la época de Martín Torres: “Alejandro Santos que era gráfico y otra gente de ahí me enseñaron a diagramar en el tablero, que después cuando agarré el PageMaker era lo mismo pero digital. Eso sirvió bastante y después que deje de publicar con tanta continuidad… empecé a escribir más. Hasta ahora”.

En el 2010 el poeta Julio Leite lo busca en Buenos Aires. “Y me dice: che vamos a algún lugar que haya un ciclo de poesía. Y nos conectamos con Carlos Olazabal. Fuimos al “Empujón del diablo” un ciclo que tenía el Zoológico de poetas y ahí empecé a participar más, empecé a escribir, volví a publicar poesía …bueno todas esas cosas. Esto fue en el 2010, hasta ahora van a ser 10 años que arranqué de nuevo”.

A Daniel lo impacta el crecimiento de la ciudad y las locuras arquitectónicas que comienzan a surgir: “Creció todo, para todos lados, arriba, faltan los subterráneos, para el lado del parque industrial, para acá atrás (señala hacia el parque nacional). La ciudad siempre estuvo dividida, me parece que ahora está dividida en los de abajo, los de arriba, los del este y los del oeste, porque también creció mucho para allá para el lado donde está Sartini, la salida. Creció mucho…Es mucho”.

“Ahora mirás para arriba y no sólo que está poblado que, por ahí siempre estuvo, sino las construcciones que  hicieron”…”Escuchá: Hay  un edificio sobre Maipú, con vista al canal que tiene balcones, que tiene terraza descubierta, no sé, imagino que debe tener lozas radiantes porque te agarra una nevada una semana seguida, se te juntan dos metros de nieve ¿y el balcón?… gracias. Es una locura eso. Está todo lindo tu construcción pero balcón no. Y arriba te hacen un quincho con balcón terraza. Está bien  en verano podes poner una reposera y ver como entran los buques y después en invierno no sé que harán”.

Retomamos el tema de la presentación de los libros: “Alejandro  Montini , artista fotográfico, es el autor de las tapas de los libros, no sólo de estos dos sino de dos anteriores (Malhoja y 0 Killed), él trabajaba en Cultura en la época de Amaya también, ahora está viviendo en Arguello (Córdoba), estuvo exponiendo en Alemania, está haciendo unas cosas muy buenas en fotografía”. Laura Valente hizo las ilustraciones de Signos, y tiene fotos de Luciana Arzich: “viste que te decía  que Signos está basado en el Jardín de las delicias, que es un tríptico y después cuando el tríptico se cierra está el planeta, entonces los dibujos están divididos así: en tres partes y la del planeta”.

 

A Daniel el tema de las redes sociales no lo deja indiferente: “El tema del Facebook, en algún punto para mí, se vuelve bastante en contra de todas las cosas. Yo igual estoy tratando de retirarme, yo ahora estoy firmando los poemas como: Daniel Quintero poeta mandato cumplido, porque me voy a retirar, me voy a retirar del Facebook, me voy a retirar de todos estos círculos de presentaciones y de todo y no voy a publicar más ni en papel, ni en piedra, ni en tijera”. 

Más allá de este vaticinio de su retirada de todos los medios, Daniel tiene muchas cosas que escribir, así que manifiesta que: “realmente por ahí me ponga a escribir realmente en serio ahora cuando deje toda esta huevada del Facebook “.

Daniel no ha dejado de evocar lugares, personas, un entramado de afectos que permanecen a pesar de los años y algunos que han partido y siguen en él, en sus libros, en eso que lo obsesiona: “Dicen  que me meto mucho con la muerte, en realidad la muerte se mete conmigo. Pero bueno, que sé yo”…Pero bueno han pasado cosas, esto de Manuel, vuelvo con Manuel, la muerte de mi vieja, que sé yo, esas cosas que pasan. La muerte parece que es parte de la vida también. Así que bueno ahí estamos”. Y cómo es tu trato con la muerte en tu escritura: “Ahora trato de alejarme un poco porque sino es como que la estás llamando viste, viene y en vez de llevarse a uno se lleva  a los demás”. Es imposible no preguntarle qué piensa sobre su propia muerte a quien se define un poco existencialista: “hubo un momento que pensaba: ojalá me agarre dormido y no me de cuenta. La muerte en sí, por más que mueras en un suspiro es un hecho traumático. Te das cuenta que te vas, más traumático sería que te crucen con una descarga de K47” 

Para Daniel escribir es un oficio: “como el que levanta casas, como un albañil pero con papel, siempre ando con un cuaderno y una birome, me gusta escribir aunque ahora es más cómodo: escribís en el block de notas del celular  y ahí lo copias y lo subís directamente al Facebook, ¡ves! esa cagada que tiene el Facebook. Igualmente yo tengo un montón de cosas escritas que nunca fueron al Facebook y un montón de cosas que yo escribo que van a ir al Facebook y a ningún otro lado. Y otras cosas que  están guardadas que algún día van a publicarse en un libro. Como “Carnicería”, un libro que terminé hace poco. De poemas siempre”. 

 

Daniel Quintero es un tipo agradecido de este lugar, de la gente con la que se cruzó, de esos tiempo en los que él estaba obsesionado con la ciudad “con la ciudad y su desarrollo, por eso de ahí sale ese texto “Llamado a la solidaridad” del año 89/90”…”nuestra poesía no era paisajista, como podría haber sido la de Pablo Rodríguez, o la de Lito Garrido… Pablito Aguirre es Baudelaire por ejemplo”.

De pronto revela algo escrito sobre el paisaje: “yo el otro día escribí algo sobre la nieve pero relacionada con la poesía pero siempre con una carga, no sólo en el paisaje, sino una carga en lo humano, en lo que uno vive más allá del paisaje, la parte humana de ese paisaje”. Y lee de su celular:

 

“Con la nieve pasa…como con la poesía

Cae y cubre…dibuja sobre el paisaje

Después derrite su encanto

Y ya no parece foto del mismo papel

Caricia guardada que baja… se vuelve barro

mezclada con sal y tierra que echan

para que no se resbale… sobre el hielo… que soporta el poema”.

 

Daniel Quintero está comprometido con la literatura, la amistad, el amor, la política, lo social. Su trabajo es reconocido internacionalmente, participó en diversos encuentros y festivales de poesía en Argentina, Uruguay, Chile, Ecuador, EE.UU., España. Para quienes lo conocen vale la pena releerlo, indagar en lo nuevo, para quienes aun no lo descubren verán que sus textos te arrasan, te atraviesan y tienen una magia como la del fuego. Por lo tanto vale enumerar lo que hasta ahora ha publicado, más allá que se revele como un poeta mandato cumplido y que no publicará más ni en papel, ni en piedra, ni en tijera:  “Después de una larga noche” (1986), «II Antología de Escritores Fueguinos» (1989), “El Extranjero y el hechizo en la ciudad de la bahía” (1990), “Mensaje de Náufragos” (1990), “Poesía Patagónica” antología (1990), “Páginas con Patagonia” antología (1992),“Del Dolor de los Espejos” (1996), “Cementerio de Payasos” (1997), “Literatura Fueguina 1975/1995 Panorama” (1998), “Cantando en la casa del viento” antología literaria (2001), ”Crónicas fatales escritas desde La Luna” (2005), «Inusual” (2013), «Malhoja” (2015), ”Cotillón” (2015), ”0 Killed” (2016), ”Pruebas de Galera” (2018), ”SIGNOS /sobre El Jardín de las delicias» (2018).

 

 

PRODUCCIÓN: La Mirada.

 


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