A finales de 1984 – el siglo pasado – Oscar y Virginia llegaban a Ushuaia con su familia, tenía cinco pibes. Se acomodaron temporalmente en el Río Pipo. Después, en aquellos tiempos, cuando no era delito ocupar un pedazo de tierra fiscal, se establecieron subiendo por la picada de los Mustapic, lo que hoy es Teshne y Alem. A la combi , en invierno, la dejaban en Magallanes y Don Bosco, y había que trepar. De los cinco hijos, la más chica, era Florencia, tenía cinco meses, con los años llegaron a ser nueve entre hermanos y hermanas.

La memoria en el cuerpo entramada en cada célula, en donde la escarcha, el hielo, la nieve, la nevisca, el barro, la turba, la lluvia, el viento y las tormentas, sumado a las carcajadas y a los llantos en medio de una familia tan numerosa, han dejado esa huella que hoy en este primer libro de Florencia se manifiesta en palabras.

Como dijo Luis Comis, el presentador oficial: “A Florencia se le ha ocurrido juntarnos a leer poesía… El clima nos acompaña”, y pregunta: “¿Alguno estuvo alguna vez en el ojo de una tormenta?…Florencia nos lleva de la mano a ese lugar. Se dice que el lugar del ojo de la tormenta es el lugar de la calma. Todo pasa alrededor del ojo de la tormenta, pero se mueve el ojo de la tormenta, o sea que la lectura tiene también esos ribetes y esos dejos, a los que nos va llevando el libro”.

Hay un juego de complicidad entre Luis y Florencia, se conocieron en un encuentro de poetas eslovenos, y la vida los llevó a trabajar juntos en la Editora Tierra del Fuego. Él, irónicamente, explica como intentó investigar para poner la palabra justa y parecer genial, y entre varias cosas nos comparte que: “Algo que encontré en la poesía de Florencia es siempre la pregunta, esta cosa de abismarse, uno se encuentra en la lectura y llega un momento que hay un abismo, pero hay que arriesgarse, sobre todo en la lectura, que uno sabe que no se va a caer. Pero lograr con la palabra poder abismarse uno, sentir ese abismo, son sensaciones que sólo una buena pluma puede lograr… Así que otra cosa que sentí cuando leía el libro fue la envidia”.

En un momento de la charla Luis expresa que escribió unas palabras porque si se pone a hablar, habla mucho y aburre – “Para eso estás”. le dice Florencia –  y él  dice que iba a ser muy breve: “ para no robarle protagonismo” y lee:

“Mi vecina en la poesía llueve, y salgo a la búsqueda de sus palabras, de su islario, a leer sus pájaros y viento. A veces me pregunto si la palabra perfecta, lo indecible, persiste o pervive acaso, en el ojo de las tormentas. Ante el sonido del rayo, acaso, vemos las primeras descargas o conmoción. Ahí radica el decir, el nacer de la palabra de Florencia, es lo inicial del ciclo del ánima. El ánima como boca profunda del alma que llueve y persiste, de raíz en raíz, de sur en sur. Hay pasajes sonoros, hambre de la pregunta siempre. La palabra reveladora, no la revelada y también, tal vez, redentora. Cae piadosa la lluvia o la palabra y nos moja en esta intemperie que arropa lo atemporal, la lluvia nos invita a bailar y hoy que estamos acá todos juntos decimos, entonces, que esta tormenta es una sinfonía que estalla en el misterio, en el silencio, en el verbo, en el borde abismal del poema. Será el viento del paisaje al páramo, insisto Florencia, hacia el páramo ruidoso de hombres y mujeres, de pájaros y fiestas. La memoria ¿es la casa del viento? Hay que abrir de par en par las ventanas para que entre la sinfonía de esta fiesta de la palabra, para estar en el mundo. Mi vecina tiene tormentas en la boca, lentas tormentas que cantan , deambulan las tormentas, todas las tormentas en todos sus poemas”.

Florencia se manifiesta emocionada y nerviosa: “Yo pensé que ibas a hablar más Luis, a vos que te gusta hablar y además de poeta sos meteorólogo y hay que explicar porqué persiste esta tormenta” lo dice en referencia a la lluvia que hace días persiste sobre la ciudad. Y en un acto que refleja que aun no se ha dado cuenta que su libro la arrastra a territorios inexplorados y que ha dejado de ser espectadora para ser  mirada, y su mundo, en sus palabras, público, manifiesta: “yo no sé muy bien que decir, más tengo que agradecer, lo mío no es en absoluto estar acá, prefiero mil veces estar ahí sentada en el público”.Y si, para detener ese tropel de sensaciones comienza con los agradecimientos: a Luis, a sus amigas que se pusieron sus presentaciones al hombro. A Coni su hermana y a su mamá “que hicieron unas cosas ricas…con ingredientes que vinieron de Amaicha del Valle, unos membrillos ahumados, a la Casa Beban, a la municipalidad por facilitarnos este lugar tan emblemático siempre y a todos lo que vinieron a escuchar”.

Un poco más aliviada cuenta que: “En mi libro hay tres poemas dedicados a tres poetas de la isla, de otra generación más grande que la tuya (le dice a Luis) y que la mía. Son el Mochi Leite,  Niní Bernardello y Anahí Lassaroni, son los únicos tres poemas dedicados. Obviamente de algún modo son homenajes”.

Asimismo señala que  en la presentación de Río Grande estuvo Alejandro Pinto que es otro poeta de la isla, aquí Luis Comis y que para ella:  “de algún modo es como cerrar el círculo de generaciones  poéticas y eso está buenísimo”.

También agradeció a los músicos Pablo y a Damián, del Dúo Los Robertos, que compartieron sus canciones.

“Ayer me mandaron una especie de entrevista preguntándome que era para mi la poesía” comenta Florencia:“ y la verdad que… yo no lo sé explicar, pero bueno, la única forma que me sale de explicarlo es a través de una poesía paradójicamente”. Y nerviosa, y emocionada, y tratándole de escapar a la lectura en vos alta ya que no le gusta, lee:

“Todo puede ser objeto preciso de la poesía, la tosca metafísica de los gorriones, la sonata demente de los trenes abandonados, un pescador herido por la visión de la luna, un ciruelo, un nombre, una palabra, un colibrí, las cosas que se caen de sí mismas, nostálgicas de sí, hartas de sí, la madre, el padre, las derrotas, el tiempo que rueda desquiciado en los caminos. Todo puede ser objeto preciso de la poesía, menos la poesía. La palabra que nunca, la palabra que siempre, silueta inasible, sombra sin cuerpo, canto sin pájaro, tan árbol sin palabra árbol, sin idea de árbol, voz arrebatada, a dónde, a quién”.

Afuera la lluvia insistentemente baña a la Antigua Casa Beban, casa emblemática, como decía Florencia, que también insiste en ser el refugio de algunos fueguinos para convidarse  sus poemas, sus comidas, sus canciones.

La presentación del Libro de Florencia Lobo “El lento deambular de las tormentas» fue este miércoles 20 de marzo a las 19:00 en la Antigua Casa Beban.

Producción: La Mirada.


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