El verano es una de las estaciones del año más significativas para las culturas de todos los tiempos. Es una de las épocas más fértiles en todos los sentidos, la tierra comienza a dar las cosechas de alimentos y el clima y el ambiente son particularmente especiales.

Solsticio proviene de la conjunción de dos palabras del latín, Sol y Sistere, que se traduce como «el sol quieto», ya que durante el mediodía parece permanecer inmóvil por horas, pues su altura aparentemente no cambia. Los solsticios son los momentos del año en los que el sol alcanza su mayor o menor altura aparente en el cielo, y la duración del día o de la noche son las máximas del año, respectivamente.

En muchos lugares del mundo, principalmente en Latinoamérica, prender fuego es una de las maneras con que se festeja la llegada de esta temporada del año. En Ushuaia un
grupo de mujeres, que se reúnen todos los jueves a las 19:15 en la Escuela Experimental Las Lengas, se reúne frente a la Antigua Casa Beban y danzan.

El círculo las iguala. La mano izquierda recibe y la derecha otorga, da. Las Danzas Circulares Sagradas del mundo comienzan a sonar en un pequeño equipo portátil y los cuerpos conectados al ritmo de tambores, cítaras, duduks, yembes y voces que vienen de
tiempos ancestrales, atraviesan un velo que, en muchas experiencias de estas mujeres es transformador, sanador.

Mientras las veo bailar pienso que el día del solsticio de diciembre es la noche más larga del año en el hemisferio Norte y la más corta en el hemisferio Sur, que en el Polo nunca sale el Sol, siempre se mantiene 23° abajo del horizonte, que en el Círculo Polar Ártico el centro del Sol solamente toca el horizonte del Sur, sin salir. Es el único día que el Sol se mantiene por debajo del horizonte durante 24 horas. Mientras la danza las mete en un laberinto cuyo único destino es su propio ser, y sus pasos replican el árbol de la vida, la sensación que me atraviesa es la del cambio, de la impermanencia y recuerdo un cuento popular que Rosita Barquero, una de las facilitadoras de las Danzas Circulares en Tierra del fuego, publicó:

ESTO TAMBIÉN PASARÁ

Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:

– Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.

Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total…

Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada. El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo:

– No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje –el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey-. Pero no lo leas –le dijo- mantenlo escondido en el anillo. Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación.

Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino…

De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso: Simplemente decía “ESTO TAMBIÉN PASARA”. Mientras leía “esto también pasará” sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos.

El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes… y él se sentía muy orgulloso de sí mismo. El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo: -Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.

-¿Qué quieres decir? –preguntó el rey-. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.

-Escucha –dijo el anciano-: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero. El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”, y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado. Entonces el anciano le dijo:

-Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas…

Termino de sacar algunas  fotos. Cruzo la avenida Maipú. Los tambores siguen golpeando en mi pecho y perdiéndose en la distancia. Es tan grato dejarse atravesar por una experiencia de gratitud. Eso es este ritual que hacen estas mujeres. Vale la pena intentarlo, no es necesario saber nada, sólo dejarse llevar por la música, entregarse, fluir, agradecer por la vida.

 

 

 


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