Hoy todos los medios, aunque sea tangencialmente, tocaron el tema “Teatro”, hoy 30 de noviembre, el Día Nacional del Teatro en Argentina recuerda el incendio que sucedió en Buenos Aires hace 226 años. El 30 de noviembre 1792 se lanzaron fuegos artificiales cerca de la esquina de Alsina y Perú. En ese cruce, hoy Moreno y Chacabuco, estaba La Ranchería, un galpón de ladrillos con techo de paja. Los fuegos artificiales de la fiesta patronal hicieron arder la sala hasta las cenizas. Podemos quedarnos con la anécdota de ese incendio que dio origen a la conmemoración del Día Nacional del Teatro o podemos, quienes hacemos teatro pensarnos en el ¿para qué hacemos teatro? Tomar consciencia que debemos situarnos geográfica e históricamente. Que al contar sobre nuestra aldea contaremos sobre el mundo, de algún modo parafraseando a Tolstoi, y que no es a la inversa. No hay un teatro que copiar, no hay un algo allí afuera que tengo que replicar o imitar. Tato Pavlosky decía que el verdadero actor no se pone máscaras sino que se las quita. Vivimos en una ciudad de transito y espera, muchos con sus almas en otro lado, vaciados, ausentes, porque los caminos de la vida no eran lo que esperaban, como reza por allí una canción de Vicentico. Pero el teatro, el verdadero, el que se hace desde lo más sagrado, no desde el ego, aunque el ego este en juego, no él de lo espectacular, aunque se produzca un espectáculo, no el comercial, aunque las producciones se puedan pagar y los trabajadores cobrar su tiempo invertido. Ese teatro con el que sueño, como mucho de los que hacemos teatro en esta provincia, es un teatro transformador. En una ciudad de transito y espera, el teatro puede ayudar a que el tránsito cese y el arraigo comience a dar sus frutos, que la espera de paso al disfrute de lo que tenemos y lo que somos, que cada historia que contemos nos cuente y nos ayude a construir una comunidad mucho más adulta y comprometida con su propio crecimiento, con su propia madurez.

Feliz día a todos los que producen ese ritual llamado “Teatro”, a los directores; actores; técnicos: iluminadores, escenógrafos; dramaturgos; tramoyistas y al público, pues sin actores y sin público no hay teatro.

 

FUENTE:  Mauricio Flores, Coordinador Grupo Lo-eventual.


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