El Mochi Leite dijo un día : “Mónica fue a Buenos Aires a aprender y volvió a Tierra del Fuego a desaprender… Mónica pinta para despintarse…”.
Cuánto lleva a un artista poder mostrar…mostrarse. Cuánto tiempo un deseo recorre esos universos sutiles recogiendo, acumulando lo necesario para manifestarse: “Hace cuatro años que venimos planificando con Ro hacer algo juntas” cuenta Mónica Alvarado, dentro de la ruka circular, al final del recorrido de su acción perfomática “Tinte calafate”,.
A Mónica y a Rosana las une el arte “Hacer arte en la naturaleza…yo con mis pinturas, Ro con la danza, que para mí han sido experiencias conmovedoras”…”siempre soñamos hacer cosas juntas”.
La Casa Taller de Mónica se ofrece como un altar, lo escénico se revela como sagrado, la intervención de las artistas se estructura en un ritual, donde la música incidental da marco a la voz cálida de Mónica que lee un manifiesto destacando el ciclo de la vida. Y es el trabajo de ella durante 30 años buscando un tinte: “producir un material con el cual pintar y que no se compre en las librerías” es también un ciclo que nace, se desarrolla y muere para volver a nacer, a desarrollarse y en cada muerte trascender.
Rosana deja que las imágenes de Mónica la atraviesen y baila…danza…lanza al espacio un cuerpo sensible, emocionado que evoca profundas sensaciones ligadas a esta búsqueda. El cuerpo de la bailarina es bastidor de la tela para que la pintura se revele a través de la mancha como en Cézanne.
“Hace años vengo haciendo experiencias con el calafate” dice Mónica. “Para algunos trabajar con el calafate puede ser simple para mí es profundo porque está ligado al fuego, al amor a la tierra, al compromiso”.
La experiencia sale de la Casa Taller y en el patio, al aire libre, hay un fuego encendido, un laberinto y todos son guiados a caminar con todos sus sentidos expuestos hacia el interior del laberinto, pero todos saben, que consciente o inconscientemente es un camino hacia uno mismo.
El tercer momento se da en la Ruka, un espacio de mucha ceremonia, de mucha gente querida por Mónica que brindaron en ella sus acciones poéticas. La indiscutible presencia de la abuela Cristina Calderón en pequeñas canastas de junco, material que por 10.000 años fue la materia prima de la cestería de nuestros pueblos originarios.
Allí en la Ruka se hizo el cierre, los agradecimientos, un brindis y el momento que Mónica y Rosana compartieron para revelar detalles de la producción de su perfomance, y de algún modo recibir del público su impresión de lo vivido.
Mónica cuenta que: “cuando Ro viene a sumar su Danza para mí se produce un profundo movimiento”…ya que para ella:“es una ceremonia llevar el arte a la naturaleza, una ceremonia profunda”.
Aprovecha la ocasión y se explaya sobre el tiempo que le llevó producir el tinte y cuenta que “No se trata de recetas…la receta es caminar…sacarse los zapatos…respetar la planta, entonces no hay una receta”…
Y nos señala que: “El calafate hace que uno vuelva como dice la leyenda y puede ser que uno vuelva en el arte a uno mismo”.